Las nuevas generaciones tienen una mayor conciencia de la importancia del cuidado del medio ambiente y del consumo de alimentos más saludables.
Por esa razón, los más jóvenes son los que están impulsando el crecimiento de la demanda de alimentos elaborados sin químicos, tanto en la Argentina como en el resto del mundo.
Desde el punto de vista de la comercialización, se puede decir que los alimentos orgánicos siguen siendo un producto perteneciente a un nicho de mercado específico, pero todo parece indicar que en poco tiempo darán el gran salto ocupando más espacios en las góndolas. Sin ir más lejos, en la ciudad de Resistencia se habilitó la primera fran¬quicia del país de un emprendimiento ubicado en la localidad de Junín, en la provincia de Buenos Aires, que se suma así a la oferta de otros locales comerciales dedicados a este tipo de productos que, para ser calificados de orgánicos, deben respetar los cinco principios de la producción orgánica: mantener o mejorar la fertilidad de los suelos; favorecer la biodiversidad; no emplear productos de síntesis química ni organismos genéticamente modificados; tener trazabilidad y promover el bienestar animal.
Según datos oficiales, en la Argentina hay en la actualidad 3,1 millones de hectáreas en la que se utiliza este sistema productivo y que poseen su correspondiente certifi¬cación. Desde allí salen frutas, verduras, lácteos, dulces, mieles, aceites, vinagres, té, yerba y vinos, entre otros productos que ofrecen a los consumidores interesados en conocer de dónde provienen los alimentos que compran y saber como fueron tratados antes de llegar a las góndolas.
El Movimiento Argentino para la Producción Orgánica, que agrupa a entidades, per¬sonas, empresas y organizaciones no gubernamentales vinculadas con la producción orgánica, explica que en la producción de estos alimentos no se emplean insumos de síntesis químicas ni semillas genéticamente modificadas, a la vez destaca la importan¬cia de la salud del medio ambiente, de las personas y de los consumidores, a los que señala como factores fundamentales para este tipo de producción. Observa, además, la necesidad de impulsar emprendimientos de este tipo en todo el país, ya que es una actividad que genera valor agregado, permite exportar (se estima que el mercado glo¬bal mueve unos 63.000 millones de dólares por año) y crear nuevos puestos de trabajo, algo que adquiere especial importancia en estos tiempos de contracción de la econo¬mía nacional.
En el país la producción orgánica está regulada por la ley nacional 25.127, y los már¬genes dentro de los cuales tiene permitido moverse están definidos tanto por organis¬mos oficiales como privados reconocidos, como el Codex Alimentarius o la Asociación IFOAM; e incluye un sistema de certificación y control que monitorea en cada caso que se cumplan con las exigencias relacionadas con la no utilización de fertilizantes y pla¬guicidas sintéticos, ni manipulación genética, y el empleo de métodos que minimizan la contaminación del aire, suelo y agua.
Se cree que la demanda de estos alimentos va en aumento en parte por la facilidad de acceso a la información que tienen los consumidores que buscan productos que sean de mejor calidad, que no dañen la salud, no contaminan el suelo ni el agua y que, además, generen impactos positivos en las comunidades, como es la generación de empleo en sectores de pequeños y medianos productores, desalentando así la migración de las zonas rurales a los conglomerados urbanos.
La Argentina se ubica en el segundo lugar en el ranking de países exportadores de productos orgánicos, detrás de Australia. Más del 90 por ciento de lo que se destina al exterior va a países que tienen una amplia franja de la población con gran poder adqui¬sitivo, como Suiza, Dinamarca, Alemania, Estados Unidos, Canadá, Noruega, Luxem¬burgo, Liechtenstein, Austria y Suecia. En lo que respecta al mercado interno, el mayor desafío que tienen por delante los productores es lograr que sus productos lleguen al gran público, de la mano de una estrategia que combine precios accesibles con calidad. En otras palabras, lograr que se amplíe el negocio teniendo como objetivo el consumo interno. El Chaco, por supuesto, debe sumarse a esta tendencia y aprovechar que el país tiene suficientes antecedentes en este segmento (la certificación orgánica existe en la Argentina desde 1992) apoyando con distintas herramientas a productores que, a nivel local, ya vienen trabajando con ofertas de entregas directas a domicilio y con la presencia en distintas ferias de la capital provincial y localidades del interior.
Fuente: Diario Norte